"Alguien tenía que hacerlo", dijo el argentino que ayudó a limpiar Chernobyl

Alexander Borounov vive en Argentina y estuvo en Chernóbyl enterrando la central nuclear que sesgó tantas vidas. Hoy, con problemas de salud y el recuerdo atormentador de aquellos días, dice: "nunca voy a lamentarme por haber ido". Solidaridad sin límites

Por Ignacio Bruno

 

El accidente de Chernóbyl también sacó a relucir las distintas reacciones del hombre frente a las situaciones  límite: “Sucedía que durante nuestros turnos de descanso, venían los generales y nos querían sacar a trabajar bajo las amenazas de que iban a fusilarnos a todos”

Todas las tardes, terminada la jornada, Alexandre Borounov, el argentino que ayudó a enterrar la central de Chernobyl, se dirigía hacia la cima de una lomada, y desde allí, sólo, se dedicaba a observar la ciudad de Prípyat, que presentaba el único paisaje avistable a unos kilómetros de la planta. Construida en 1970 para los trabajadores de la Central Nuclear y sus familias, su clima templado y suelo fértil la habían convertido en una de las más desarrolladas y agradables ciudades para vivir, pero  todo eso ya había quedado en el pasado tras la explosión: “La ciudad presentaba un paisaje desolador, estaba totalmente abandonada, la gente había huido dejando todo. Era estremecedor ver todo eso quieto, sin vida o movimiento alguno, era una ciudad fantasma”

Al igual que los demás liquidadores, Alexandre cobró 2.000 rublos por un mes de trabajo, el tiempo  suficiente para que todavía hoy, 22 años después, siga padeciendo problemas físicos a causa de la radiación  sufrida: “Tengo severos dolores en las articulaciones, tanto en las piernas como en los brazos y también problemas en el estómago”.

Alexandre, quien desde 1996 vive en Argentina junto a su esposa y sus dos hijos, es uno de los tantos liquidadores que a pesar de haber recibido condecoraciones han visto negada la ayuda económica.

“Rusia se niega a pagarme como veterano de Chernóbyl porque dicen que no me encuentro en suelo ruso, pero la constitución da libertad a sus ciudadanos para vivir donde cada uno quiera sin problemas y yo soy ciudadano argentino junto a mi familia, no me encuentro en forma ilegal.”

Pero a pesar de todo, Borounov no se arrepiente de haberse ofrecido como liquidador: “Tal vez suene raro, más en estos tiempos, pero alguien tenía que ayudar y a nosotros nos habían educado así: creíamos mucho en la solidaridad, el trabajo en equipo y queríamos cooperar. Nunca voy a lamentarme el haber ido allá porque sé que lo que hice valió la pena, pero ahora espero que Rusia me ayude como lo hice yo.”

 

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